Con independencia de la causa que lesiona nuestro cerebro, las personas con DCA sufrimos secuelas que en mayor o menor medida suponen un déficit en el funcionamiento ordinario de nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras vidas. Estas alteraciones de la normalidad se convierten en discapacitantes cuando no reciben una respuesta biopsicosocial adecuada.
La atención básica, terapéutica, ocupacional, con carácter ininterrumpido y especializado, es imprescindible para prevenir el agravamiento de las consecuencias y alcanzar el máximo nivel de funcionalidad posible. El apoyo para alcanzar la mayor autonomía personal la plena participación social y la reinserción laboral son claves para asegurar una vida digna y el disfrute de los derechos de ciudadanía en igualdad.